El Futuro de la Educación Superior en México para los Próximos 10 Años.
por Mtro. Juan E. Sandoval Núñez, LCC MBA
La Educación Superior en nuestro país está cambiando. El día de hoy, grandes fuerzas externas, incluyendo a tendencias sociales, nuevas organizaciones e instituciones, ejercen presiones estructurales que cambiarán de raíz a un sector tradicionalmente resistente al cambio.
Fuerzas poderosas y variadas actúan sobre las Instituciones de Educación Superior: Se les exige que sean incluyentes, y al mismo tiempo selectivas en sus procesos de admisión. Que aparezcan en los rankings, pero que también sean eficientes en sus costos. Hoy se les pide a las Universidades mexicanas que sean de alta calidad, pero que no sean muy caras; que eduquen por competencias; que eduquen por valores; que eduquen remedialmente; que eduquen en línea. Se espera de las Universidades que inviertan en Investigación y Desarrollo; que amplíen su cobertura geográfica, pero que estén cerca de las autoridades federales; que tropicalicen sus contenidos y al mismo tiempo estén en línea con la globalidad. Que no sean patitos, ni elefantes blancos.
Las exigencias para las Universidades mexicanas provienen, además, desde todos los frentes. Internos: como profesores, directivos, consejos de administración. Y frentes externos: como alumnos, padres de familia, empresas, asociaciones, gobiernos federales y gobiernos estatales. Con tantas presiones y dado su historial es probable que las Instituciones de Educación Superior (IES) en México se encuentren paralizadas para responder a su entorno. Y sin embargo, la situación no ha de ser tan mala que siguen presentándose solicitudes de apertura de nuevas Universidades (públicas y privadas) ante la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP.
Hace ocho años, Daniel Yankelovich propuso en un famoso artículo en el Chronicle of Higher Education sus opiniones sobre los cambios a los que se enfrentaría la Educación Superior en Estados Unidos durante la siguiente década. Aquí hacemos un ejercicio similar para los siguientes diez años en la Educación Superior de México. No mencionamos a la innovación tecnológica y sus productos derivados, pues consideramos que estos son ya parte fundamental de la transformación de la Educación Superior que ya ha empezado.
Viendo hacia el futuro, todas la Universidades, pequeñas y grandes; públicas y privadas; de garaje y de excelencia, se enfrentan al inicio de una gran transformación, la cual está cambiando el sentido de la Educación Superior. Y son cinco las grandes Macrotendencias que deberán tenerse en cuenta.
1. El Cambio Demográfico. Los datos son esperados, pero no por ello menos drásticos. La expectativa de vida ya ha llegado a 76 años. Se espera que para el 2023 llegue casi a los 84, según datos del INEGI y la OMS. Para entender la magnitud de este cambio debemos considerar el impacto en las diferentes etapas de la vida. Los alumnos de las Universidades tradicionales entre los 18 y los 28 años, el público tradicional de la Educación Superior, están cambiando sus patrones de conducta. La adolescencia dura más. Los jóvenes de esta etapa tendrán muchos más intereses. El paso secuencial típico de la Universidad al trabajo, es cada vez más simultáneo. Los jóvenes tardarán más en entrar a estudiar, y lo harán combinando esta actividad con el trabajo productivo, como ya se empieza a notar. Se estima que hoy en día, más de un cuarto de los estudiantes universitarios no tradicionales (en línea, sabatinos, profesionales), son padres de familia también y deben tener una actividad remunerada. Por lo tanto, las Universidades decididas hoy en día a prohibir o impedir a sus alumnos trabajar al mismo tiempo que estudian, deberán reconsiderar sus políticas.
Por otra parte, cada vez más y más adultos mayores de 50 años se interesan por completar su educación o continuarla. Cursos de arte, humanidades, negocios, salud y derecho serán cada vez más demandados por este segmento. Hoy ya vemos el inicio de esta tendencia. Ya han trabajado, ya criaron familias completas y vuelven a tener tiempo para sí mismos. El interés de los adultos en este segmento ya no es capacitarse para el trabajo, sino aprender para cumplir un objetivo personal, por lo que la popular educación por competencias será irrelevante para ellos.
La Universidad bien preparada, deberá aprender a entender por un lado a alumnos jóvenes más dispersos con una variedad de intereses; y por otro, a alumnos de mayor edad con conocimientos probablemente más prácticos que los de los maestros que los orientan. El verdadero reto será combinar la educación a ambos grupos, a través de alternativas novedosas de atención.
2. La Exigencia de Mayor Calidad. Los jóvenes en México estudian hoy en día por el prestigio asociado socialmente a un grado académico. Y nada más. Ello explica varios fenómenos que solo se dan en nuestro país al mismo tiempo: El número de Universidades privadas sin ningún control de calidad, aumenta día con día, y los requisitos de la SEP no son los más estrictos para otorgar autorizaciones. Existe un gran movimiento, también, de jóvenes profesionistas que llevan años trabajando y ahora deciden estudiar un grado, no por el conocimiento que implica, sino por la ventaja de contar con un titulo para el crecimiento laboral en las empresas.
Las políticas públicas se han diseñado durante al menos las últimas 4 décadas enfocadas a proveer mayor acceso a estos jóvenes que buscan un grado. Para ello se aumenta la oferta de lugares en las Universidades públicas, y se autoriza la apertura de Universidades privadas, aunque ello vaya en detrimento de la calidad. La intención es solamente aumentar la matrícula.
A pesar de ello, los próximos años verán los resultados de esta gran oferta sin calidad, pues el sector empresarial lo exige cada día mas porque, al saturar una oferta de títulos, el enfoque variará hacia los conocimientos y las habilidades reales que en teoría deberían estar detrás de cada título universitario.
Adicionalmente, la presión en este sentido aumenta debido a la disponibilidad en el medio académico mexicano de medidas más estrictas de medición de resultados académicos comparados con la inversión y el costo de la educación. Después de casos como el de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) a principios del 2013, la rendición de cuentas se vuelve imprescindible. La sociedad se percata de que no necesariamente la cantidad de dinero disponible para una IES significa mayor calidad. La nueva Ley Federal de Educación del 2013 también se ocupa de este aspecto en todos los niveles educativos.
Hoy, la obligatoriedad de la educación media superior también significa que mas alumnos estarán a punto de elegir un proyecto de vida donde una de sus opciones será estudiar en la Universidad. La diferenciación a través de la Calidad puede ser la respuesta para muchas IES, y la sentencia de muerte para otras.
3. La Interculturalidad. China y la India tienen más de mil millones de habitantes cada uno. Ambos países, y notablemente este último, han apostado su futuro a la educación tecnológica y científica. Las Universidades estadounidenses tienen cada día más problemas de financiación y solo un puñado de ellas realizan investigación de vanguardia. Brasil, por otro lado ha aumentado su presupuesto público dirigido a Educación Superior e Investigación de manera importante durante los últimos diez años. Parecen lejanas, pero todas estas situaciones y decisiones afectan a la Educación Superior en México.
La interculturalidad en la educación superior no debería ser una opción, sino una obligación para toda Universidad moderna. México está lejos de ser un destino importante para los intercambios estudiantiles, ya no digamos para los intercambios de profesorado. Esta es una Macrotendencia que obligará a las Universidades mexicanas a cambiar y mirar hacia afuera, si quieren ser parte de un entorno académico global.
Internacionalmente, solo tres o cuatro Universidades públicas mexicanas se distinguen en este sentido a nivel mundial, así como tres o cuatro Universidad privadas. Esto es una desgracia para un país con más de 3,000 Universidades registradas.
La “universalidad” de la Universidad ha sido sepultada bajo argumentos de nacionalismo, sindicalismo, autonomía, consideraciones políticas o simplemente por falta de presupuestos para alcanzarla.
Universidades públicas más pequeñas, como algunas Tecnológicas o Politécnicas han logrado buenos resultados en cuanto a profesores invitados, un puñado de intercambios de estudiantes, o alianzas con Universidades europeas o community colleges estadounidenses; pero esto sucede en la minoría de Universidades y gracias a sus propios esfuerzos, no a una política nacional definida.
La parálisis institucional para la internacionalización de la Educación Superior en el país contrasta con el interés de grandes consorcios privados extranjeros que por fin han dado el banderazo de entrada para expandir sus operaciones hacia México y Latinoamérica. Organizaciones españolas, inglesas, norteamericanas y canadienses tienen puesta su mira en el mercado educativo mexicano. Y por sus recursos y experiencia, podrían tomar distraída a las Universidades del país.
Deberán tomarse medidas de fondo, para buscar la movilidad internacional de alumnos y profesores, con el riesgo calculado de otra fuga de cerebros. También se deberán buscar activamente alianzas para atraer las mejores prácticas pedagógicas, administrativas y de difusión que se puedan adaptar a nuestro país. Una vez más, la Universidad mexicana tiene un gran desafío para tomar parte activamente en su internacionalización. O bien, prepararse para lo que pueda venir.
4. El Impacto Social. Las Instituciones de Educación Superior mexicanas tanto públicas como privadas, han gozado de un ambiente semi-monopólico desregulado, al no haber un consenso sobre cuál debe ser su responsabilidad para con la sociedad que las obligue a dar resultados en términos del impacto social. Hoy no importa si sus egresados son muchos o pocos, de calidad o no, o si la educación recibida les ayuda a conseguir mejores empleos. Lo importante es que estén ahí.
La transparencia, así como la difusión de resultados en este sentido se volverá en los próximos diez años en un asunto de primera importancia para las IES. Así se verá si estudiar una licenciatura o una ingeniería sirve para avanzar en la estructura social y para verdaderamente obtener mejores posibilidades de movilidad social.
El fracaso de los programas de Técnico Superior Universitario (TSU) a finales de la década pasada (con un retorno sobre la inversión equivalente a cero, para el egresado), fue una primera llamada de atención para los gobiernos estatales, federales y para el público en general. El título de TSU había sido diseñado para estudiantes de bajos ingresos que idealmente se emplearían en las fábricas y otros puestos de trabajo a nivel de supervisores (por encima de un obrero, por debajo de un gerente). Los estudios vocacionales señalan que la mayoría de los egresados de estos programas obtenían sueldos en sus primero empleos, iguales o menores a los que tenían sus compañeros de preparatoria que habían decidido no estudiar una carrera. Con razón, las Universidades Tecnológicas que ofrecían únicamente grados de TSU, hoy han decidido ampliar su oferta para incluir licenciaturas e ingenierías.
Por lo tanto, no se puede dejar de lado que una de las grandes misiones de la educación superior, debe ser la Movilidad Social, aunque en ocasiones se le haya confiado esa tarea, (quiero suponer que distraídamente) a la mano invisible del mercado.
Hoy existen información y datos sobre la empleabilidad de los egresados en cada Universidad, pero no es información pública ni está integrada en documentos oficiales. Es de esperarse que una sociedad más proactiva como la que se espera en el país durante los próximos diez años, deberá solicitar este dato de parte de sus Universidades, para tomar decisiones mejor informadas sobre sus opciones de estudios.
Por lo pronto, hasta el día de hoy, existe ahí una gran zona oscura de información, tanto para las privadas, como para las públicas, de manera que cabe plantearse la pregunta razonable de cuántos taxistas son licenciados en Derecho.
5. La Era del Desconocimiento. Hoy en día existe en nuestro país la mayor cantidad de personas con grados académicos de licenciatura o maestría en la historia. Se deben añadir a ellos otros tres millones de alumnos que hoy se encuentran matriculados en alguna Institución de Educación Superior. No obstante el optimismo que se podría derivar de estos datos, son cada día más los cursos, programas y publicaciones sobre temas holísticos, new-age, o esotéricos sin ninguna base científica, que tienen tanto éxito.
Esta es una macrotendencia que también pone en riesgo los fundamentos de la Universidad moderna en nuestro país, y ante la cual se deben diseñar políticas específicas para enfrentarla. Esta tendencia no se limita a las clases socioeconómicas populares, que acuden a un mercado en busca de un amuleto para el amor: son personas con grados universitarios quienes hoy llenan las salas esotéricas y convierten en best sellers a los libros sobre publicaciones pseudo-científicas. Gravemente y a manera de ejemplo, la SEP ha otorgado el permiso y registro a un programa de Licenciatura en Neurolingüística, para una cierta Universidad en la Ciudad de México. Una materia, la programación neurolingüística, tan poco seria como la frenología o la tripodología felina y que en ningún otro país del mundo es reconocida como una disciplina científica o profesional. Y dicha autorización no es el único caso.
Existe un cierto descontento entre la población con grados profesionales acerca de la eficiencia de la ciencia para resolver tareas diarias y se tiene la percepción de que la Ciencia no tiene todas la respuestas. Tal vez sea cierto para cuestiones morales y espirituales, pero al interior de las Universidades la especialización se debe dar precisamente en la búsqueda de la verdad científica, por tradicional, rutinaria o metódica que parezca.
Las Universidades mexicanas deben diseñar programas y currícula que lleguen a una gran cantidad de la población no solo a través de difusión de la cultura, la ciencia y la tecnología, sino activamente buscando crear espacios atractivos, novedosos o llamativos sobre el proceso científico. Podrían, por ejemplo, integrarse con sus programas de extensión y educación continua. Comenzando por sus propios alumnos, egresados y comunidades inmediatas, los resultados serían concéntricos. La mejor manera de hacer esto, por cierto, es de manera colegiada entre muchas instituciones en todo el país, para lograr mayor cobertura, contenidos similares y coherentes, así como economías de escala.
Los retos para la Educación Superior en México durante los próximos diez años son grandes, pero también los son las oportunidades para progresar hacia un sistema Universitario moderno, de vanguardia y de primer nivel. Un sistema que no solo brinde reconocimiento internacional, o generar empleados competentes, sino que principalmente se enfoque en darle sentido a la razón de ser de una Universidad: La búsqueda, enseñanza y difusión de la Verdad al servicio del ser Humano.
Fuerzas poderosas y variadas actúan sobre las Instituciones de Educación Superior: Se les exige que sean incluyentes, y al mismo tiempo selectivas en sus procesos de admisión. Que aparezcan en los rankings, pero que también sean eficientes en sus costos. Hoy se les pide a las Universidades mexicanas que sean de alta calidad, pero que no sean muy caras; que eduquen por competencias; que eduquen por valores; que eduquen remedialmente; que eduquen en línea. Se espera de las Universidades que inviertan en Investigación y Desarrollo; que amplíen su cobertura geográfica, pero que estén cerca de las autoridades federales; que tropicalicen sus contenidos y al mismo tiempo estén en línea con la globalidad. Que no sean patitos, ni elefantes blancos.
Las exigencias para las Universidades mexicanas provienen, además, desde todos los frentes. Internos: como profesores, directivos, consejos de administración. Y frentes externos: como alumnos, padres de familia, empresas, asociaciones, gobiernos federales y gobiernos estatales. Con tantas presiones y dado su historial es probable que las Instituciones de Educación Superior (IES) en México se encuentren paralizadas para responder a su entorno. Y sin embargo, la situación no ha de ser tan mala que siguen presentándose solicitudes de apertura de nuevas Universidades (públicas y privadas) ante la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP.
Hace ocho años, Daniel Yankelovich propuso en un famoso artículo en el Chronicle of Higher Education sus opiniones sobre los cambios a los que se enfrentaría la Educación Superior en Estados Unidos durante la siguiente década. Aquí hacemos un ejercicio similar para los siguientes diez años en la Educación Superior de México. No mencionamos a la innovación tecnológica y sus productos derivados, pues consideramos que estos son ya parte fundamental de la transformación de la Educación Superior que ya ha empezado.
Viendo hacia el futuro, todas la Universidades, pequeñas y grandes; públicas y privadas; de garaje y de excelencia, se enfrentan al inicio de una gran transformación, la cual está cambiando el sentido de la Educación Superior. Y son cinco las grandes Macrotendencias que deberán tenerse en cuenta.
1. El Cambio Demográfico. Los datos son esperados, pero no por ello menos drásticos. La expectativa de vida ya ha llegado a 76 años. Se espera que para el 2023 llegue casi a los 84, según datos del INEGI y la OMS. Para entender la magnitud de este cambio debemos considerar el impacto en las diferentes etapas de la vida. Los alumnos de las Universidades tradicionales entre los 18 y los 28 años, el público tradicional de la Educación Superior, están cambiando sus patrones de conducta. La adolescencia dura más. Los jóvenes de esta etapa tendrán muchos más intereses. El paso secuencial típico de la Universidad al trabajo, es cada vez más simultáneo. Los jóvenes tardarán más en entrar a estudiar, y lo harán combinando esta actividad con el trabajo productivo, como ya se empieza a notar. Se estima que hoy en día, más de un cuarto de los estudiantes universitarios no tradicionales (en línea, sabatinos, profesionales), son padres de familia también y deben tener una actividad remunerada. Por lo tanto, las Universidades decididas hoy en día a prohibir o impedir a sus alumnos trabajar al mismo tiempo que estudian, deberán reconsiderar sus políticas.
Por otra parte, cada vez más y más adultos mayores de 50 años se interesan por completar su educación o continuarla. Cursos de arte, humanidades, negocios, salud y derecho serán cada vez más demandados por este segmento. Hoy ya vemos el inicio de esta tendencia. Ya han trabajado, ya criaron familias completas y vuelven a tener tiempo para sí mismos. El interés de los adultos en este segmento ya no es capacitarse para el trabajo, sino aprender para cumplir un objetivo personal, por lo que la popular educación por competencias será irrelevante para ellos.
La Universidad bien preparada, deberá aprender a entender por un lado a alumnos jóvenes más dispersos con una variedad de intereses; y por otro, a alumnos de mayor edad con conocimientos probablemente más prácticos que los de los maestros que los orientan. El verdadero reto será combinar la educación a ambos grupos, a través de alternativas novedosas de atención.
2. La Exigencia de Mayor Calidad. Los jóvenes en México estudian hoy en día por el prestigio asociado socialmente a un grado académico. Y nada más. Ello explica varios fenómenos que solo se dan en nuestro país al mismo tiempo: El número de Universidades privadas sin ningún control de calidad, aumenta día con día, y los requisitos de la SEP no son los más estrictos para otorgar autorizaciones. Existe un gran movimiento, también, de jóvenes profesionistas que llevan años trabajando y ahora deciden estudiar un grado, no por el conocimiento que implica, sino por la ventaja de contar con un titulo para el crecimiento laboral en las empresas.
Las políticas públicas se han diseñado durante al menos las últimas 4 décadas enfocadas a proveer mayor acceso a estos jóvenes que buscan un grado. Para ello se aumenta la oferta de lugares en las Universidades públicas, y se autoriza la apertura de Universidades privadas, aunque ello vaya en detrimento de la calidad. La intención es solamente aumentar la matrícula.
A pesar de ello, los próximos años verán los resultados de esta gran oferta sin calidad, pues el sector empresarial lo exige cada día mas porque, al saturar una oferta de títulos, el enfoque variará hacia los conocimientos y las habilidades reales que en teoría deberían estar detrás de cada título universitario.
Adicionalmente, la presión en este sentido aumenta debido a la disponibilidad en el medio académico mexicano de medidas más estrictas de medición de resultados académicos comparados con la inversión y el costo de la educación. Después de casos como el de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) a principios del 2013, la rendición de cuentas se vuelve imprescindible. La sociedad se percata de que no necesariamente la cantidad de dinero disponible para una IES significa mayor calidad. La nueva Ley Federal de Educación del 2013 también se ocupa de este aspecto en todos los niveles educativos.
Hoy, la obligatoriedad de la educación media superior también significa que mas alumnos estarán a punto de elegir un proyecto de vida donde una de sus opciones será estudiar en la Universidad. La diferenciación a través de la Calidad puede ser la respuesta para muchas IES, y la sentencia de muerte para otras.
3. La Interculturalidad. China y la India tienen más de mil millones de habitantes cada uno. Ambos países, y notablemente este último, han apostado su futuro a la educación tecnológica y científica. Las Universidades estadounidenses tienen cada día más problemas de financiación y solo un puñado de ellas realizan investigación de vanguardia. Brasil, por otro lado ha aumentado su presupuesto público dirigido a Educación Superior e Investigación de manera importante durante los últimos diez años. Parecen lejanas, pero todas estas situaciones y decisiones afectan a la Educación Superior en México.
La interculturalidad en la educación superior no debería ser una opción, sino una obligación para toda Universidad moderna. México está lejos de ser un destino importante para los intercambios estudiantiles, ya no digamos para los intercambios de profesorado. Esta es una Macrotendencia que obligará a las Universidades mexicanas a cambiar y mirar hacia afuera, si quieren ser parte de un entorno académico global.
Internacionalmente, solo tres o cuatro Universidades públicas mexicanas se distinguen en este sentido a nivel mundial, así como tres o cuatro Universidad privadas. Esto es una desgracia para un país con más de 3,000 Universidades registradas.
La “universalidad” de la Universidad ha sido sepultada bajo argumentos de nacionalismo, sindicalismo, autonomía, consideraciones políticas o simplemente por falta de presupuestos para alcanzarla.
Universidades públicas más pequeñas, como algunas Tecnológicas o Politécnicas han logrado buenos resultados en cuanto a profesores invitados, un puñado de intercambios de estudiantes, o alianzas con Universidades europeas o community colleges estadounidenses; pero esto sucede en la minoría de Universidades y gracias a sus propios esfuerzos, no a una política nacional definida.
La parálisis institucional para la internacionalización de la Educación Superior en el país contrasta con el interés de grandes consorcios privados extranjeros que por fin han dado el banderazo de entrada para expandir sus operaciones hacia México y Latinoamérica. Organizaciones españolas, inglesas, norteamericanas y canadienses tienen puesta su mira en el mercado educativo mexicano. Y por sus recursos y experiencia, podrían tomar distraída a las Universidades del país.
Deberán tomarse medidas de fondo, para buscar la movilidad internacional de alumnos y profesores, con el riesgo calculado de otra fuga de cerebros. También se deberán buscar activamente alianzas para atraer las mejores prácticas pedagógicas, administrativas y de difusión que se puedan adaptar a nuestro país. Una vez más, la Universidad mexicana tiene un gran desafío para tomar parte activamente en su internacionalización. O bien, prepararse para lo que pueda venir.
4. El Impacto Social. Las Instituciones de Educación Superior mexicanas tanto públicas como privadas, han gozado de un ambiente semi-monopólico desregulado, al no haber un consenso sobre cuál debe ser su responsabilidad para con la sociedad que las obligue a dar resultados en términos del impacto social. Hoy no importa si sus egresados son muchos o pocos, de calidad o no, o si la educación recibida les ayuda a conseguir mejores empleos. Lo importante es que estén ahí.
La transparencia, así como la difusión de resultados en este sentido se volverá en los próximos diez años en un asunto de primera importancia para las IES. Así se verá si estudiar una licenciatura o una ingeniería sirve para avanzar en la estructura social y para verdaderamente obtener mejores posibilidades de movilidad social.
El fracaso de los programas de Técnico Superior Universitario (TSU) a finales de la década pasada (con un retorno sobre la inversión equivalente a cero, para el egresado), fue una primera llamada de atención para los gobiernos estatales, federales y para el público en general. El título de TSU había sido diseñado para estudiantes de bajos ingresos que idealmente se emplearían en las fábricas y otros puestos de trabajo a nivel de supervisores (por encima de un obrero, por debajo de un gerente). Los estudios vocacionales señalan que la mayoría de los egresados de estos programas obtenían sueldos en sus primero empleos, iguales o menores a los que tenían sus compañeros de preparatoria que habían decidido no estudiar una carrera. Con razón, las Universidades Tecnológicas que ofrecían únicamente grados de TSU, hoy han decidido ampliar su oferta para incluir licenciaturas e ingenierías.
Por lo tanto, no se puede dejar de lado que una de las grandes misiones de la educación superior, debe ser la Movilidad Social, aunque en ocasiones se le haya confiado esa tarea, (quiero suponer que distraídamente) a la mano invisible del mercado.
Hoy existen información y datos sobre la empleabilidad de los egresados en cada Universidad, pero no es información pública ni está integrada en documentos oficiales. Es de esperarse que una sociedad más proactiva como la que se espera en el país durante los próximos diez años, deberá solicitar este dato de parte de sus Universidades, para tomar decisiones mejor informadas sobre sus opciones de estudios.
Por lo pronto, hasta el día de hoy, existe ahí una gran zona oscura de información, tanto para las privadas, como para las públicas, de manera que cabe plantearse la pregunta razonable de cuántos taxistas son licenciados en Derecho.
5. La Era del Desconocimiento. Hoy en día existe en nuestro país la mayor cantidad de personas con grados académicos de licenciatura o maestría en la historia. Se deben añadir a ellos otros tres millones de alumnos que hoy se encuentran matriculados en alguna Institución de Educación Superior. No obstante el optimismo que se podría derivar de estos datos, son cada día más los cursos, programas y publicaciones sobre temas holísticos, new-age, o esotéricos sin ninguna base científica, que tienen tanto éxito.
Esta es una macrotendencia que también pone en riesgo los fundamentos de la Universidad moderna en nuestro país, y ante la cual se deben diseñar políticas específicas para enfrentarla. Esta tendencia no se limita a las clases socioeconómicas populares, que acuden a un mercado en busca de un amuleto para el amor: son personas con grados universitarios quienes hoy llenan las salas esotéricas y convierten en best sellers a los libros sobre publicaciones pseudo-científicas. Gravemente y a manera de ejemplo, la SEP ha otorgado el permiso y registro a un programa de Licenciatura en Neurolingüística, para una cierta Universidad en la Ciudad de México. Una materia, la programación neurolingüística, tan poco seria como la frenología o la tripodología felina y que en ningún otro país del mundo es reconocida como una disciplina científica o profesional. Y dicha autorización no es el único caso.
Existe un cierto descontento entre la población con grados profesionales acerca de la eficiencia de la ciencia para resolver tareas diarias y se tiene la percepción de que la Ciencia no tiene todas la respuestas. Tal vez sea cierto para cuestiones morales y espirituales, pero al interior de las Universidades la especialización se debe dar precisamente en la búsqueda de la verdad científica, por tradicional, rutinaria o metódica que parezca.
Las Universidades mexicanas deben diseñar programas y currícula que lleguen a una gran cantidad de la población no solo a través de difusión de la cultura, la ciencia y la tecnología, sino activamente buscando crear espacios atractivos, novedosos o llamativos sobre el proceso científico. Podrían, por ejemplo, integrarse con sus programas de extensión y educación continua. Comenzando por sus propios alumnos, egresados y comunidades inmediatas, los resultados serían concéntricos. La mejor manera de hacer esto, por cierto, es de manera colegiada entre muchas instituciones en todo el país, para lograr mayor cobertura, contenidos similares y coherentes, así como economías de escala.
Los retos para la Educación Superior en México durante los próximos diez años son grandes, pero también los son las oportunidades para progresar hacia un sistema Universitario moderno, de vanguardia y de primer nivel. Un sistema que no solo brinde reconocimiento internacional, o generar empleados competentes, sino que principalmente se enfoque en darle sentido a la razón de ser de una Universidad: La búsqueda, enseñanza y difusión de la Verdad al servicio del ser Humano.
Juan E. Sandoval es consultor de administración de Instituciones de Educación Superior y fundador del despacho Academics MX. Es también colaborador en la Dirección de Relaciones Institucionales del Centro para la Evaluación de la Educación Superior